En los últimos años, y como consecuencia de la complejidad de la actividad empresarial y también de la materialización de eventos de riesgo relevantes, la gestión de riesgos ha experimentado un importante auge, que ha propiciado numerosas reflexiones, normativas, recomendaciones y avances en su desarrollo en todo tipo de empresas e instituciones.

Este fenómeno ha venido acompañado de una creciente utilización de métodos cuantitativos en la gestión empresarial y de los negocios, motivada por la necesidad de mejorar la gestión en entornos tan competitivos como son los mercados energéticos tradicionalmente regulados, y ayudada por una mayor disponibilidad de información, tecnología y conocimiento.

En este contexto, las compañías han creado o desarrollado funciones de riesgos y trabajado en la evolución de la organización y el gobierno, de las políticas y los modelos, y de los procesos y el soporte tecnológico para la gestión y el control del riesgo. Con el impulso derivado de mayores exigencias de grupos de interés y de nuevas regulaciones, o por el simple valor añadido del desarrollo de mejores prácticas de mercado, se han producido avances notables en la forma de aproximarse al riesgo.

Entre los principales retos a los que se enfrenta la Función de Riesgos está la contribución a la generación de valor a través de la integración del modelo de riesgos en la gestión del negocio, como un elemento de apoyo a la toma de decisiones y no solo de control. Podría afirmarse que el nivel de integración efectiva del modelo de riesgos en la gestión es el factor diferencial más relevante a la hora de identificar la madurez de la función en las compañías no financieras. Esta madurez, sin embargo, suele ser heterogénea dentro de la misma compañía, dependiendo de los tipos de riesgo o dominios, así como de las áreas o actividades de la empresa.

Uno de los riesgos más relevantes de la actividad empresarial, y en particular de las empresas de energía, es el riesgo operacional, en la medida en que afecta a activos productivos susceptibles de fallar, y por lo tanto de generar pérdidas económicas y daños personales o medioambientales, con potenciales efectos reputacionales significativos.

Este riesgo, precisamente por sus posibles consecuencias fatales en pérdidas económicas, efectos medioambientales y pérdidas de vidas humanas, ha sido tradicionalmente gestionado con programas de prevención y planes de contingencia. Adicionalmente, se ha actuado sobre él mediante programas de seguros consolidados dentro de la propia organización en áreas o departamentos especialistas, asesorados generalmente por compañías de seguros y brokers. Aunque el riesgo operacional en general, y el riesgo operacional asegurable1 en particular, tiene un historial de gestión en las compañías, la utilización de técnicas cuantitativas ha tenido una menor y más heterogénea difusión dentro de ellas.

Esta publicación se orienta precisamente a profundizar en la aplicación práctica de las técnicas y modelos de riesgo operacional en la industria, y pretende por tanto servir de ejemplo de las posibilidades que el uso de metodologías avanzadas de gestión del riesgo operacional puede tener para contribuir a su cuantificación y a la mejora de los programas de seguros.

Para ello, en el documento se plantea en primer lugar una reflexión general sobre la Función de Riesgos en sentido amplio (Enterprise Wide Risk Management), y a continuación se presenta una explicación del concepto y las metodologías de gestión del riesgo operacional, para finalizar con un ejercicio cuantitativo que ilustra la aplicación específica de estas técnicas en la optimización del programa de seguros de empresas industriales, y en particular del sector de la energía.
 

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