Las novedades introducidas por Basilea III como respuesta a la crisis financiera internacional tienen fuertes implicaciones no solo en lo que respecta a las exigencias de capital y la introducción de nuevos requerimientos de liquidez y apalancamiento, sino también en el gobierno, organización, procesos y sistemas de riesgos de las entidades.

Si bien la Región Latinoamericana está atravesando la crisis con un impacto más moderado que Estados Unidos o Europa, sus efectos sin duda pueden ralentizar su crecimiento, aunque las perspectivas siguen siendo positivas. No obstante, también hay que considerar que el ciclo expansivo actual puede llevar en el futuro a situaciones similares a las vividas en Europa y Estados Unidos si no se emprenden con urgencia algunas actuaciones, en su mayoría contempladas en la normativa de Basilea.

Basilea III supone, por tanto, una mejora sustancial en la regulación prudencial de riesgos, que también tiene impacto en todos los ámbitos de la gestión y que suscita nuevas preguntas.

Avanzar en la mejora de la gestión de riesgos en una entidad es una necesidad que se ve reforzada por las nuevas exigencias regulatorias, pero que requiere de elevados esfuerzos de todas las partes involucradas. Management Solutions entiende que compartiendo experiencias y visiones sobre esta materia, se contribuye con el sector financiero en su conjunto a encontrar soluciones a problemas comunes.

Con este fin, Management Solutions, firma internacional de servicios de consultoría, ha reunido en una Convención a un selecto grupo de expertos (reguladores, responsables de la función de Riesgos de grandes grupos internacionales y de líderes nacionales y expertos independientes), con el objetivo de compartir su experiencia en el proceso de adecuación a Basilea II y su visión de los nuevos impactos de Basilea III.

Esta Convención pretende así dar continuidad a la iniciativa que en 2008, y con motivo de la entrada en vigor de Basilea II, organizó Management Solutions, y con ello repasar los avances producidos desde entonces.
Concebida desde una perspectiva global, la Convención se celebró durante el pasado mes de mayo en cinco sedes: Argentina, Brasil, Chile, México y Perú, con la intención de recoger también las diferencias que existen a nivel nacional y con ello enriquecer el análisis. Contar con la opinión de los supervisores nacionales, de las principales entidades financieras nacionales e internacionales, así como de expertos independientes, hizo de la Convención un marco único para compartir experiencias sobre los impactos de Basilea en la gestión de riesgos de las entidades financieras.

Este documento resume las principales cuestiones abordadas a lo largo de la Convención, donde se trataron experiencias actuales del proceso de implantación y se analizó cómo se ha ido modificando el rol de las autoridades supervisoras.

 

Los acuerdos de capital de Basilea: BIS I y II

Los Acuerdos de Basilea son recomendaciones sobre regulación y supervisión bancaria emitidos por el Comité de Supervisión Bancaria de Basilea. Aunque no son vinculantes, en la práctica han sido adoptados por más de 100 países e integrados en su regulación local. En esencia, los Acuerdos de Basilea pretenden asegurar la capacidad de los bancos de absorber las pérdidas derivadas de los riesgos inherentes a su actividad.

En 1974 se creó el Comité de Supervisión Bancaria de Basilea, en respuesta a la quiebra del banco alemán Herstatt, que puso de manifiesto la necesidad de favorecer una regulación bancaria que estableciera un capital mínimo para las entidades financieras en función de los riesgos asumidos por estas.

El primer acuerdo que emitió, conocido como Basilea I o BIS I, se publicó en 1988 y establecía que el capital mínimo que una entidad debiera tener sería de un 8% de los riesgos que afrontara. Esto supuso un paso para garantizar la capacidad de los bancos para asumir sus pérdidas. No obstante, Basilea I tenía importantes limitaciones; en particular, consideraba que todas las contrapartes tenían la misma calidad crediticia y, con la innovación financiera de los noventa, esto generó posibilidades de arbitraje.

Con todo ello, en 2004 se publicó Basilea II o BIS II, con el objetivo de hacer converger la medición de los riesgos realizada por los supervisores y la calculada por las propias entidades financieras. Pretendía, por tanto, homogeneizar la legislación y regulación bancaria en materia de riesgo, y para ello fue más allá de un porcentaje mínimo de recursos propios y fomentó el desarrollo de unos procedimientos internos de gestión adecuados a los riesgos asumidos.

Basilea II se estructuró en tres pilares:

  • Pilar I: centrado en la metodología de cálculo del capital regulatorio necesario para cubrir adecuadamente los riesgos de crédito, de mercado y operacional, incorporando un método estándar y métodos avanzados.
  • Pilar II: dedicado a potenciar las facultades supervisoras y a incrementar la capacidad de autoevaluación de los niveles de capital por parte de las entidades que dispusieran de un modelo de capital económico que integrase adecuadamente todos sus riesgos.
  • Pilar III: encargado de mejorar la transparencia informativa a terceros, exigiendo a las entidades facilitar información clara sobre su perfil de riesgo, así como sobre las actividades y controles utilizados para mitigar los riesgos asumidos.

Basilea III

 

Por último, en 2010 se publicó Basilea III o BIS III, en parte motivado por las carencias observadas en la crisis financiera iniciada en 2007. Sus objetivos se pueden resumir en garantizar la solvencia y la liquidez de las entidades financieras, evitando la prociclicidad.

Para alcanzar estos objetivos, Basilea III establece seis grandes medidas:

  1. Aumento de la calidad, consistencia y transparencia del capital: Basilea III modifica el tipo de instrumentos que pueden formar parte del capital tier 1 y tier 2, y elimina el concepto de capital tier 3. Endurece los requerimientos incorporando un buffer de conservación del capital del 2,5%, cuyo incumplimiento restringe el pago de dividendos y de bonus. El incremento de los requerimientos será gradual, siguiendo un calendario propuesto por Basilea.
  2. Requerimientos a entidades sistémicas: Basilea III introduce un requerimiento adicional de capital a las entidades financieras consideradas de importancia sistémica, cifrado entre un 1% y un 2,5%.
  3. Ampliación de la cobertura de riesgos: Basilea III promueve una gestión integrada de riesgo de mercado y de contraparte, introduce el riesgo por deterioro vinculado al CVA, incrementa los requerimientos de capital a exposiciones con derivados y repos, y propone otras medidas para incentivar la contratación de derivados OTC a través de contrapartes centrales.
  4. Límite al apalancamiento: con el objetivo de controlar el apalancamiento del sistema financiero, Basilea III introduce un ratio de capital tier 1 sobre exposición mínimo de un 3%, que deberá cumplirse en 2018.
  5. Mitigación de la prociclicidad: para reducir la prociclicidad del sistema financiero, Basilea III introduce, entre otras medidas, un buffer de capital contracíclico de entre un 0% y un 2,5%, que debe acumularse en los años de bonanza para utilizarse en los periodos de estrés.
  6. Medición y control de la liquidez: entre otras herramientas de seguimiento, Basilea III propone dos ratios de liquidez: el liquidity coverage ratio (LCR), a corto plazo, y el net stable funding ratio (NSFR), a largo plazo. Ambos deben ser mayores que 100%; en su último estudio sobre liquidez, publicado en abril de 2012, el Comité de Basilea observó que aún quedaba recorrido para cumplir este objetivo.
     

Implicaciones previstas de Basilea III

 

Cuando esté plenamente implantada, se prevé que la normativa de Basilea III tenga diversos beneficios, centrados en el incremento de la estabilidad financiera, entre los que cabe destacar:

  • La prevención de nuevas crisis sistémicas.
  • La mitigación de la prociclicidad del mercado.
  • El aumento de la transparencia y el refuerzo de la confianza de los inversores.
  • La mejora del modelo de medición, control y gestión de la solvencia, la liquidez y el apalancamiento.
  • La integración del riesgo de mercado y el riesgo de crédito en el ámbito mayorista.

No obstante, también se prevé que la implantación de la normativa conlleve riesgos en algunos ámbitos; entre otros:

  • El encarecimiento del crédito y una posible disminución de la actividad crediticia, a causa del mayor coste del capital y de la liquidez.
  • La contracción a corto plazo de la liquidez en el sistema y el riesgo de que la información pública sobre liquidez conlleve una elevada volatilidad en los mercados.
  • Un posible desincentivo o encarecimiento de ciertos negocios, como consecuencia de los mayores consumos de capital.
  • Un cierto desincentivo a las participaciones en entidades financieras y aseguradoras.

Las entidades financieras y los reguladores coinciden, en todo caso, en que los beneficios superan claramente a los riesgos y por ello hay un posicionamiento generalizado y positivo en torno a la normativa de Basilea III.

Situación actual

En la Región Latinoamericana, la mayoría de las entidades tienen definidas sus hojas de ruta y continúan avanzando en la implantación de las recomendaciones de Basilea, bien por el método estándar, bien por métodos avanzados.

Por su parte, aunque Basilea III se encuentra en fase de integración en la normativa de cada país, la realidad es que muchos bancos ya se están adaptando a sus requerimientos. En algunos países, su calendario de implantación incluso se está adelantando respecto al establecido, mientras que en otros países el grado de avance es menor y los esfuerzos se siguen concentrando en la adaptación plena a Basilea II, si bien incorporando en algunos casos ciertos elementos de Basilea III.

 

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