De la población mundial, que actualmente se cifra en casi siete mil millones de personas, se estima que cerca de tres mil millones no tienen acceso al crédito y lo buscan activamente para mejorar sus condiciones de vida, por lo que deben recurrir a servicios financieros informales, no regulados y en ocasiones abusivos.

Esta situación hizo que en los años setenta, en algunas zonas desfavorecidas de Asia y América, se comenzaran a dar microcréditos a pequeños negocios que no tenían acceso al crédito de la banca tradicional. Los microcréditos son préstamos habitualmente otorgados a personas de bajos ingresos y que cuentan con dificultades para acceder al mercado financiero.

Con el paso del tiempo se ha podido observar que el impacto de los microcréditos en la evolución de los negocios ha sido positivo, como ha quedado bien documentado en la bibliografía.

Asimismo, y en contra de lo que se pudiera esperar, se ha venido observando que las tasas de mora de los microcréditos han sido razonablemente bajas (p.e. en torno al 5% en América Latina y el Caribe), lo que ha puesto de manifiesto que en la mayor parte de los pequeños negocios no existe un problema de rentabilidad, sino de acceso al crédito.

El éxito de los microcréditos da lugar a un nuevo concepto de finanzas denominado microfinanzas, que no sólo tratan los microcréditos, sino un conjunto de productos financieros que incluye, además de aquellos, los depósitos de ahorro y los seguros, entre otros. Existen las microfinanzas individuales que prestan a personas o unidades familiares, los préstamos a grupos solidarios que prestan a un conjunto personas que, para pedir financiación, deciden unirse y actuar de forma solidaria en caso de incumplimiento, y los préstamos a bancos comunales que prestan a un conjunto de personas que no sólo actúan de manera solidaria entre sí, sino que también establecen una administración conjunta que permite una mejor gestión de los negocios y del pago de la deuda.

La finalidad de las microfinanzas no es sólo económica, sino también social, puesto que facilitan el desarrollo del tejido productivo y fomentan el carácter emprendedor de capas poco favorecidas de la población, rompiendo así el círculo que lastra a determinados colectivos: características económicas y sociales poco desfavorables que dificultan su acceso a la financiación, lo que impide su crecimiento y perpetúa las mismas condiciones económicas y sociales. En este punto, deben diferenciarse las microfinanzas de los microcréditos al consumo que no tiene el mismo carácter productivo. En concreto, uno de los colectivos más favorecidos por el negocio microfinanciero es el de las mujeres de los países en vías de desarrollo, que suponen más del 80% de los clientes.

Todo lo anterior ha provocado que hayan surgido diferentes instituciones autosostenibles que empiezan a impulsar y desarrollar las microfinanzas (en adelante también “IMF”). Las microfinanzas se han extendido por todo el mundo, y han dejado de ser un producto de nicho y constituyen una fuente de financiación reconocida. El mayor porcentaje de clientes de IMF está en Asia con un 70%, seguido de América y África con un 17% y un 11%, respectivamente.

En todo caso, el desarrollo actual de las microfinanzas no es suficiente y es necesario atender a los miles de millones de personas que todavía no tienen acceso al crédito. Para cumplir los objetivos de crecimiento de forma sostenible hay que profundizar en los aspectos que limitan la oferta y la demanda en la industria, entre los que destacan los siguientes:

  • Perfil de los clientes distinto al de la banca tradicional: ingresos económicos limitados y escasamente formalizados, inexistencia de patrimonio que hace que la mayoría de los préstamos no tengan garantía asociada, bajo conocimiento financiero, etc.
  • Baja eficiencia de las IMF: menor formación financiera que la existente en la banca tradicional, uso limitado de la tecnología, modelos de gestión básicos, altos costes de financiación o fondeo, operaciones con tipos de interés elevados, etc.
  • Entorno institucional y legislativo poco desarrollado para el negocio microfinanciero: inexistencia en muchos casos de un marco regulatorio específico para las IMF, escaso alcance y continuidad de los programas públicos, falta de políticas impositivas que fomenten la constitución de microempresas y la concesión de servicios microfinancieros, imposibilidad de captar ahorro por la mayoría de las IMF, etc.

En este contexto, el estudio pretende contribuir a potenciar el desarrollo de las microfinanzas, y para ello propone el uso de modelos de calificación del riesgo de crédito para microempresas y su integración en los procesos mediante herramientas de gestión de modelos y políticas. En concreto, daría respuesta a parte de los problemas comentados anteriormente:

  • Proporcionando una medida objetiva del riesgo de crédito para los diferentes clientes de las IMF.
  • Mejorando la eficiencia del modelo de decisión.
  • Profundizando en el conocimiento y transparencia del segmento de las microfinanzas de cara al mercado y a los reguladores.

Asimismo, se mide el posible impacto de la integración de modelos de calificación en el proceso de admisión de microcréditos a partir de métricas internas de morosidad y de rentabilidad de la cartera.

El documento se estructura en los siguientes apartados:

  • Resumen ejecutivo de las conclusiones obtenidas en el estudio.
  • Principales características del modelo de calificación y de las herramientas de gestión de modelos y políticas.
  • Pruebas realizadas y análisis de resultados de la integración de los modelos en el proceso de admisión de microcréditos.

 

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